domingo, 4 de marzo de 2012

CITAS SUD

Gordon B. Hinckley

Los templos son lugares donde las preguntas que nos hacemos acerca de la vida reciben las respuestas de la eternidad
¿Ha existido acaso algún hombre o mujer que, en momentos de serena introspección, no haya reflexionado sobre los imponentes misterios de la vida?
Que no se haya preguntado: “¿De dónde vine? ¿Por qué estoy aquí? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué nexos me unen a mi Hacedor? ¿Me despojará la muerte de las preciadas relaciones que he hecho en esta vida? ¿Qué pasará con mi familia? ¿Habrá otra existencia después de ésta y, si es así, ¿nos conoceremos allí los unos a los otros?”.
Las respuestas a esas preguntas no se encuentran en la sabiduría humana; se hallan sólo en la palabra revelada de Dios. Los templos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días son recintos sagrados donde se da respuesta a éstos y a otros interrogantes sobre la eternidad. Cada edificio es dedicado para ser una Casa del Señor, un lugar de santidad y de paz apartado del mundo. En ellos se enseñan verdades y se llevan a cabo ordenanzas que dan conocimiento sobre lo eterno y motivan a los participantes a vivir con un entendimiento de la herencia divina que tenemos como hijos de Dios, así como con el conocimiento de nuestro potencial como seres eternos.

CITAS SUD

Spencer W. Kimball

“Hay personas casadas que dejan vagar sus ojos y su corazón, que piensan que no es impropio coquetear un poco, compartir su corazón y desear a otra persona que no sea el cónyuge, [pero] el Señor dice de una manera contundente: ‘Amarás a tu esposa con todo tu corazón, y te allegarás a ella y a ninguna otra’ [D. y C. 42:22; cursiva añadida].
“Y cuando el Señor dice todo tu corazón, no da la opción de compartir ni dividir ni privar. Y para la mujer se parafrasea: ‘Amarás a tu esposo con todo tu corazón, y te allegarás a él y a ningún otro’. Las palabras ningún otro eliminan todo y a todos. El cónyuge se convierte entonces en un ser primordial en la vida del esposo o la esposa, y ni la vida social ni la vida laboral ni la vida política ni ningún otro interés o persona o cosa tendrá jamás precedencia sobre el cónyuge”
(Conference Report, octubre de 1962).

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